Recordar es vivir; el pasado 6 de mayo se cumplieron 2 años de uno de los acontecimientos recientes que pasarán a ser parte de la historia de Monarcas Morelia, tal vez no una de las mejores, como el título de Liga y Copa, no llegará a estar al nivel del ascenso a Primera División o de los años en los que se competía de gran forma por los primeros puestos, pero sí será recordada con cariño por los aficionados a quienes les tocaron esperar más de 90 intensos minutos para corear la salvación de su equipo, la permanencia en el máximo circuito.

El Clausura 2017 fue la culminación de años con poco porcentaje de efectividad, un ejemplo claro de la forma en la que no se debe manejar a un equipo. La ausencia de refuerzos de peso, el poco respeto para los jugadores que se brindaban para bien del equipo y una apuesta excesiva por utilizar una inexperta y mal llevada cantera, provocaron que la situación de ‘La Monarquía’ llegara a un punto crítico.

En el proceso se quedaron en el camino entrenadores de la talla de Enrique Meza y otros experimentos fallidos como Marini, quedando la responsabilidad en Roberto Hernández, quien tuvo como principal atributo, ser el único entrenador que quiso tomar a un equipo tan inmerso en la pelea por no caer a la División de Ascenso; bajo su tutela el juego nunca fue el mejor, no obstante, en sus mejores momentos, se sintieron las ganas y determinación de un grupo dispuesto a salir adelante, con determinación, lagrimas, rachas tanto buenas como malas y por sobre todo, metros recorridos sobre el terreno de juego.

A la pelea se sumaron elementos importantes, como Gabriel Achilier, Diego Valdés, Gastón Lezcano o Sebastián Sosa, junto con la mejor versión de jugadores como Emanuel Loeschbor o Rodolfo Vilchis y sin duda, el héroe de la noche, primer campeón y bicampeón de goleo ‘Rojiamarilo’: Raúl Mario Ruidíaz.

Todo comenzó con nervios desbordados para los aficionados al equipo; misas, serenatas, grupos de gente acumulados con la simple intención de esperar lo mejor, hasta una limpia que se le realizó al ‘Coloso del Quinceo’ con anterioridad. Por alrededor de una hora y media, todo lo anterior no tendría efecto, lo único que realmente decidiría todo, sería lo que sucediera sobre el césped del Estadio BBVA Bancomer.

Llevada la primer media hora, todo pintaba a desembocar de forma más tranquila, en el contragolpe donde Rodolfo Vilchis le sirvió un servicio raso a Gastón Lezcano, quien remató a poste cruzado para avivar esa ilusión que solamente una victoria sería capaz de materializar y no había de otra, Jaguares también haría lo suyo esa misma jornada. El panorama se mantuvo claro hasta el 85’ de tiempo corrido; Loeschbor cometería el que estuvo cerca de ser el más grande tropiezo en su carrera, concediendo una pena máxima que Dorlan Pabón no perdono, regresando a los de Michoacán al último puesto de la porcentual.

La anotación en contra llegó como un baldazo de agua fría y los minutos finales fueron tan rápidos como agónicos para la gente que perdía las esperanzas de permanecer en la Primera División.

Tuvo que llegar una jugada, producto de la casualidad un tanto y del olfato de Ruidíaz, quien aprovecho un nuevo servicio de Vilchis, desviado por Miguel Sansores, para meter la pierna y mandar el esférico a las redes al minuto 90 con 33 segundos, una marca que hoy representa la permanencia de un cuadro que no bajó los brazos, que se metió a una aduana compleja a sacar el resultado.

Hoy los resultados están lejos de ser lo que tanto se hubiese esperado, tras una temporada mala, la gente siempre pide jugadores con el mismo coraje de historias como la antes referida y aunque el momento actual no es alentador, siempre traer a la memoria estas anécdotas se convierte en motivo de júbilo y esperanza al futuro.